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autor:USUARIO [USUARIO]
La lengua: spa
Format: epub


CAPÍTULO V

Robert Dowdy se sentó, sin dejar de mirar a Dallas. Este preguntó, de pronto:

—¿Puedo ver su revólver, Dowdy?

—¿Mi... revólver?

—Eso he dicho.

—Bien...

Pareció vacilar, pero lo desenfundó y lo tendió a Dale, con la culata por delante. Dale olió el cañón y luego se lo puso en una mejilla. Después abrió el cilindro y echó un experto vistazo.

—Yo diría que este revólver no ha sido disparado hace bastante, Dowdy. ¿Me equivoco?

—Claro que no. Hace días que no disparo.

—¿No practica nunca?

—Algunas veces... Poco, porque yo no me gano la vida con el revólver, marshal.

Dale sonrió agriamente.

—Comprendo. Mi nombre es Dale Dallas, Dowdy, y si le molesta mi placa de marshal, puedo quitármela ahora mismo. Usted está pensando que yo soy ni más ni menos que un pistolero legal, ¿no es así?

—No he pensado...

—¿Qué cree usted que es un pistolero? .

—Eee... No sé. Un hombre peligroso, cruel... Un forajido que sabe manejar el revólver y vive de eso.

—¿Los considera inteligentes?

—Los hay que sí y los hay que no, supongo. ¿A qué viene...?

—Acertó: hay pistoleros tontos y pistoleros listos. Ahora supongamos que se quiere nombrar marshal a un hombre que dispara tan bien como un buen pistolero. Habiendo buenos tiradores tontos y buenos tiradores listos..., ¿A quién nombraría usted marshal, a un buen tirador tonto, o a un buen tirador listo?

—Pues... A un buen tirador listo... ¿No?

—Exacto. Yo soy ese hombre, Dowdy.

—¿Y a mí qué...?

—Espere. Yo trabajo para la ley, en general, y para el Gobierno en particular. Sí, podemos decirlo así. Soy inteligente, Dowdy. Tanto, que ya hace tiempo aprendí que sólo debía usar el revólver cuando me fallase la inteligencia. Hasta ahora me he visto precisado muy pocas veces a utilizar el revólver y, realmente, no ha sido por fallo de mi inteligencia, sino como complemento de ésta en momentos en que si no disparaba moría. ¿Comprende?

—Sí. Pero no sé por qué me dice todo esto, marshal.

—Le estoy diciendo, Dowdy, que no soy tonto y que, por lo tanto, va a serle a usted muy conveniente no mentir cuando conteste a las preguntas que voy a hacerle. Si cree que yo no tengo derecho a hacérselas, iremos a buscar a Struck y él se las hará.

Bob Dowdy miró hurañamente a Dallas.

—Pregunte lo que quiera. No tengo por qué mentir.

—Bien. ¿Le importa que yo conserve su revólver?

Bob Dowdy comprendió que la pregunta era pura cortesía y que nada iba a conseguir negándose.

—Consérvelo.

—Gracias. ¿Quién les disparó a ustedes, Dowdy?

—Mmm... No lo sé.

—¿Uno o varios hombres?

—Creo que uno.

—¿Uno o varios disparos?

—Varios.

—¿Revólver o rifle?

—Revólver.

—¿De cerca o de lejos?

—Con un revólver sólo se puede disparar de cerca.

—Pero puede ser desde cinco yardas o desde sesenta o setenta.

—Unas... treinta o cuarenta, me pareció.

—¿Sólo dispararon contra Jess Reisinger o también contra usted?

—Contra los dos.

—¿Cuánto hace de eso?

—Mmm...Una..., una hora.

—¿A qué distancia de aquí?

—Como..., como tres millas.

—¿Y ha tardado una hora en recorrerlas?

—Jess cayó del caballo. Yo intenté atender su herida, pero salía demasiada sangre. Me asusté, conseguí montarlo y lo traje para aquí. Fuimos a casa del doctor Pyrek y nos dijeron que estaba en la oficina del sheriff.



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